martes, 2 de julio de 2013

Favoritas Personales: El bosque

M. Night Shyamalan acaba de estrenar en España After Earth, con el pesado de Will Smith y su hijo. Ahora se ha convertido en un director popular, capaz de convencer a un gran estudio para que invierta 130 millones en producirle una cinta (ya consiguió 150 con Airbender). No pretendemos aquí despreciar lo mainstream, pero es inevitable la sensación de que a Shyamalan le ha sentado muy mal tener tanto presupuesto. Con dinero, puede dar rienda suelta a los universos que imagina, exhibiendo una grandilocuencia inédita antes de sus dos últimas películas. Atrás queda el gore barato—rozando lo cutre—de El incidente, el encanto de la pequeña comunidad de vecinos de La joven del agua o el miedo que transmite El bosque (The Village, 2004), la película que nos ocupa, a base de sonidos y recurriendo rara vez a mostrar nada. Sin embargo, sumido en la libertad creativa de recrear universos enteros, se ha olvidado de lo más importante, y lo que hacía valiosos sus relatos anteriores: las motivaciones de los personajes.

El bosque tiene en común con otra de sus películas, El sexto sentido, que ambas recaen en un giro final que cambia el sentido de todo lo visto. Y, sin embargo, ambas tienen en común también que no pierden su efectividad con los revisionados. El bosque no es una película de terror—como se vendió en su momento, algo que influyó en su tibia recepción—pero tiene un par de momentos que, al menos a mí que soy un cobarde, me dan verdadero miedo. Obviamente, en ese aspecto no sobrevive a un segundo vistazo, pero lo que permanece en ella es muchísimo más interesante. Acusada de aburrida por un público que iba buscando entretenimiento, sufrió la condena de querer contar algo más. Y si El sexto sentido sigue siendo un buen drama familiar aunque tengamos todas las piezas del puzle desde el minuto uno, El bosque sigue siendo, por un lado, un gran drama romántico (gracias al buen hacer de Bryce Dallas Howard y Joaquin Phoenix) y, por otro, una gran historia sobre la manipulación y las herramientas que se pueden utilizar para controlar a un grupo de personas.

No diría que se trate, en realidad, de una película aburrida. Al contrario, los personajes te atrapan desde el primer momento y los secretos que muchos de ellos ocultan generan casi más intriga que la amenaza que se esconde en el bosque. Esto solo es posible gracias a un guión excelente, en el que personajes que son meros instrumentos para la historia están cuidados al detalle. Shyamalan los dota a todos y cada uno de ellos de personalidad tridimensional. Aunque la verdadera protagonista de la historia es Ivy (Dallas Howard), una chica ciega que vive obligada a cumplir la voluntad de su severo padre, durante el primer tramo de la película el protagonismo recae en Lucius, el chico que está enamorado de ella, y pocos actores transmiten con tanta facilidad la fragilidad, el dolor y la frustración como Joaquin Phoenix. También hay que alabar a Adrien Brodyque no haya sabido aprovechar su Oscar no significa que no sea uno de los mejores actores de su generación—por su interpretación. Su personaje es simplemente el motor del conflicto en la trama y su interpretación lo eleva mucho más allá a pesar de que aparezca muy poco a lo largo de la película.

Pese a que sobre el papel El bosque es la historia de una aldea que vive aterrorizada por las criaturas que habitan en el bosque que la rodea, a la hora de la verdad se convierte en la historia de estos tres personajes, y cómo con sus condiciones físicas y mentales se desenvuelven en un entorno que hace las cosas más difíciles si cabe. Y, cuando la gran revelación sale a la luz, lo que podría haber sido “solo” una reflexión brillante sobre el funcionamiento de la sociedad, se convierte en algo que nos cabrea, nos alivia y también nos da ganas de aplaudir (mientras el guión aún se reserva un par de giros más para la recta final).

Por eso da tanta pena ver en lo que se ha convertido la carrera de Shyamalan últimamente, y por eso tampoco hay que perder la esperanza de que un día volverá a escribir una obra maestra como esta. La gente puede estar más o menos inspirada, pero no se vuelve idiota de un día para otro, y Hollywood ha demostrado que a pesar de sus tropiezos, siempre tiene un hueco reservado para él.

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