M. Night Shyamalan
acaba de estrenar en España After
Earth,
con el pesado de Will Smith y su hijo. Ahora se ha convertido en un
director popular, capaz de convencer a un gran estudio para que
invierta 130 millones en producirle una cinta (ya consiguió 150 con
Airbender).
No pretendemos aquí despreciar lo mainstream,
pero es inevitable la sensación de que a Shyamalan le ha sentado muy
mal tener tanto presupuesto. Con dinero, puede dar rienda suelta a los universos que imagina, exhibiendo una grandilocuencia
inédita antes de sus dos últimas películas. Atrás queda el gore
barato—rozando lo cutre—de El incidente,
el encanto de la pequeña comunidad de vecinos de La joven del agua
o el miedo que transmite El bosque
(The
Village,
2004), la película que nos ocupa, a base de sonidos y recurriendo
rara vez a mostrar nada. Sin embargo, sumido en la libertad creativa
de recrear universos enteros, se ha olvidado de lo más importante, y
lo que hacía valiosos sus relatos anteriores: las motivaciones de
los personajes.
El
bosque tiene
en común con otra de sus películas, El sexto sentido,
que ambas recaen en un giro final que cambia el sentido de todo lo
visto. Y, sin embargo, ambas tienen en común también que no pierden
su efectividad con los revisionados. El
bosque
no es una película de terror—como se vendió en su momento, algo
que influyó en su tibia recepción—pero tiene un par de momentos
que, al menos a mí que soy un cobarde, me dan verdadero miedo.
Obviamente, en ese aspecto no sobrevive a un segundo vistazo, pero lo
que permanece en ella es muchísimo más interesante. Acusada de
aburrida por un público que iba buscando entretenimiento, sufrió la
condena de querer contar algo más. Y si El
sexto sentido sigue
siendo un buen drama familiar aunque tengamos todas las piezas del
puzle desde el minuto uno, El
bosque sigue
siendo, por un lado, un gran drama romántico (gracias al buen hacer
de Bryce Dallas Howard
y Joaquin Phoenix)
y, por otro, una gran historia sobre la manipulación y las
herramientas que se pueden utilizar para controlar a un grupo de
personas.

Pese
a que sobre el papel El
bosque
es la historia de una aldea que vive aterrorizada por las criaturas
que habitan en el bosque que la rodea, a la hora de la verdad se
convierte en la historia de estos tres personajes, y cómo con sus
condiciones físicas y mentales se desenvuelven en un entorno que
hace las cosas más difíciles si cabe. Y, cuando la gran revelación
sale a la luz, lo que podría haber sido “solo” una reflexión
brillante sobre el funcionamiento de la sociedad, se convierte en
algo que nos cabrea, nos alivia y también nos da ganas de aplaudir
(mientras el guión aún se reserva un par de giros más para la recta
final).
Por
eso da tanta pena ver en lo que se ha convertido la carrera de
Shyamalan últimamente, y por eso tampoco hay que perder la esperanza
de que un día volverá a escribir una obra maestra como esta. La
gente puede estar más o menos inspirada, pero no se vuelve idiota de
un día para otro, y Hollywood ha demostrado que a pesar de sus
tropiezos, siempre tiene un hueco reservado para él.
por Diego Martínez
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