A pesar de su ya más que respetable
trayectoria en cine, a J.J. Abrams
se le sigue conociendo más por su faceta de creador televisivo que
por otra cosa. Su nombre, para bien y para mal, estará eternamente
asociado a Perdidos (Lost,
2004–2010), lo que por un lado le ha permitido que las cadenas de
televisión norteamericanas se rifen sus producciones y todos los
años se estrenen dos o tres proyectos con su nombre detrás, y por
otro provoca recelos entre el público porque ésta no acabó a gusto
de todo el mundo. Sea como sea, lo cierto es que acabada la primera
temporada de Perdidos,
J.J. Abrams se desvinculó de los guiones y, aunque seguía
acreditado como creador, el devenir de la serie estuvo en manos de
Damon Lindelof (uno de los responsables del guión de Prometheus)
y Carlton Cuse (que ahora trabaja en la serie Bates
Motel).
El propio J.J. reconoció en una entrevista que no sabía cómo
acabaría la serie hasta que no vio el último episodio.
Y
sí, en televisión ha sido el responsable de otras muchas cosas. Fue
el showrunner de
Felicity
(1998–2002), la serie que narraba las vivencias universitarias de
la chica que le daba nombre. Curiosamente fue en esta serie en la que
más involucrado estuvo en la escritura de guiones, y es una de sus
pocas producciones sin ningún componente de ciencia ficción.
También creó Alias (2001–2006),
la serie de espías que dio a conocer a Jennifer Gardner. Y, tras
Perdidos,
puso en marcha Fringe (2008–2013),
esa joya de ciencia ficción que tuvo temporadas verdaderamente
brillantes y que sobrevivió milagrosamente hasta enero de este año.
De ésta, al igual que hizo con Perdidos,
participó a nivel creativo hasta el final de la primera temporada
para después ejercer solamente como productor.

Sus
pinitos en la dirección los hizo también en televisión: dirigió
el piloto de Perdidos,
un par de episodios de Felicity,
varios de Alias
y sorprendentemente también uno de The Office.
El salto a la gran pantalla lo dio en 2006 con Misión Imposible: III,
una cinta que revitalizó la saga protagonizada por Tom Cruise
después de que la segunda fuese destrozada por la crítica. Más
tarde, participó activamente en Monstruoso
(Cloverfield,
2008) junto a Matt Reeves –con quien ya trabajó en Felicity–,
pero la película acabó considerándose un experimento fallido y
contribuyó a empobrecer el sello de calidad de J.J. Personalmente,
confieso que me parece una película muy interesante y más que
digna, que en su momento me fascinó. Con el paso de los años, el
recurso del found
footage
ha sido explotado hasta la saciedad, pero Monstruoso
llegó en un momento en que no estábamos hartos de él.
Por
suerte, llegó Star Trek
y la crítica volvió a ponerse de su lado. Con este reboot
de
la franquicia consiguió algo muy complicado: contentar a los
seguidores de la saga original y atraer a nuevos espectadores, que
abrazaron un blockbuster
entretenido y de calidad, convirtiéndolo en un éxito de taquilla
(moderado, teniendo en cuenta su presupuesto y los gastos de
promoción). Star
Trek era
todo un despliegue visual, pero no limitaba su gancho a los efectos
especiales, sino que estaba protagonizado por unos personajes
genuínamente interesantes (Zachary Quinto y Chris Pine fueron todo
un acierto de casting). Trekkies
o
no, el gran público (español, que inexplicable nos ha llegado con
dos mese de retraso) está esperando una secuela que se ha hecho
esperar bastante.
En
todo este tiempo, Abrams no ha estado quieto. Aparte de la producción
televisiva, en 2011 fue el responsable de una de las películas del
verano. Super 8,
producida por Steven Spielberg, llegaba con mucho hype
detrás
y supo cumplir las expectativas. Abrams utilizaba esta película para
homenajear al director, y recuperaba una fórmula de hacer cine
familiar –con reminiscencias a E.T.
o Los Goonies–
de
décadas pasadas que había quedado casi desterrada. Super
8 se
disfruta como un niño, es absorbente, tiene un ritmo espectacular y
además nos descubrió el magnetismo de Elle Fanning, una joven
actriz que tiene todavía mucho que decir.
Por
eso, en un verano plagado de decepciones como Oblivion
o El hombre de
acero,
películas que a priori pintan bien pero que pueden salir rana como
Guerra Mundial Z
y Elysium,
la nueva Star Trek
se presenta como un valor seguro (y el 72 de media en Metacritic la avala). Sabiendo esto y que J.J. Abrams dirigirá el Episodio VII de
Star Wars,
ya casi podemos afirmar con seguridad que va camino de convertirse en
uno de los directores más importantes de Hollywood. Cómo va a
responder el gran público a la ciencia ficción es incierto (y si no
que se lo digan a Shyamalan),
pero si algo ha sabido Abrams es elegir bien sus proyectos y
llevarlos a buen puerto.
por Diego Martínez
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